¿No será mucho?
La noticia ganó la tapa de los diarios. También se llevó los titulares de la radio y la TV. “Elisa Carrió había sido absuelta”. La candidata a presidente estaba acusada por practicar calumnias e injurias y por ello la habían demandado con serias posibilidades de terminar en prisión. La Justicia desestimó la denuncia contra Carrió y la exculpó por el delito.
Hasta allí todo bien. Pero lo más significativo es la teatralización que la diputada hizo una vez conocido el fallo judicial. Siempre en ese tono apocalíptico y seudomístico al salir de los tribunales lanzó un: “Dios existe”. Carrió es abogada (al igual que Carlos Menem) y debería saber que en el marco de la Justicia existe la Constitución Nacional, el Código Civil, el Código Penal e infinita jurisprudencia que es utilizada para determinar la existencia o no de un acto delictivo.
Es grave que una candidata presidencial argumente con un “Dios existe” la resolución de su querella por calumnias e injurias. Es preocupante que una mujer que ostenta su título de abogada caiga en un lugar común que gente de a pie usa cotidianamente para hechos menores.
Muchos de los que van a votar el 28 de octubre próximo deberían saber qué es lo que piensa esta señora que pronosticó muchas cosas que nunca sucedieron. Los votantes deben estar al tanto de las conclusiones a las que Carrió arribó luego que el juez interpretara la ley según sus conocimientos y entendiera que la debía exculpar por el delito que era acusada.
La línea argumental de Elisa Carrió corre a la par del razonamiento de María Julia Alsogaray cuando justificaba las villas de emergencias y la indigencia que se reproducía durante los ‘90 argumentando que “en la Biblia dice que siempre hubo pobres”.
La precariedad ideológica de Carrió la lleva a recurrir a frases místicas y a mensajes de fe que tendrían que quedar para espacios de práctica espiritual y no para candidatos que tienen que resolver problemas concretos. Si llega a ser Presidente, ¿le pedirá a Dios que acabe con la pobreza? ¿Le suplicará al Espíritu Santo que solucione la crisis energética? O ¿Esperará que Jesús le de a los argentinos los hospitales que se merecen? Tal vez en sus transes con el más allá los haya convencido para que integren su gabinete.
La noticia ganó la tapa de los diarios. También se llevó los titulares de la radio y la TV. “Elisa Carrió había sido absuelta”. La candidata a presidente estaba acusada por practicar calumnias e injurias y por ello la habían demandado con serias posibilidades de terminar en prisión. La Justicia desestimó la denuncia contra Carrió y la exculpó por el delito.
Hasta allí todo bien. Pero lo más significativo es la teatralización que la diputada hizo una vez conocido el fallo judicial. Siempre en ese tono apocalíptico y seudomístico al salir de los tribunales lanzó un: “Dios existe”. Carrió es abogada (al igual que Carlos Menem) y debería saber que en el marco de la Justicia existe la Constitución Nacional, el Código Civil, el Código Penal e infinita jurisprudencia que es utilizada para determinar la existencia o no de un acto delictivo.
Es grave que una candidata presidencial argumente con un “Dios existe” la resolución de su querella por calumnias e injurias. Es preocupante que una mujer que ostenta su título de abogada caiga en un lugar común que gente de a pie usa cotidianamente para hechos menores.
Muchos de los que van a votar el 28 de octubre próximo deberían saber qué es lo que piensa esta señora que pronosticó muchas cosas que nunca sucedieron. Los votantes deben estar al tanto de las conclusiones a las que Carrió arribó luego que el juez interpretara la ley según sus conocimientos y entendiera que la debía exculpar por el delito que era acusada.
La línea argumental de Elisa Carrió corre a la par del razonamiento de María Julia Alsogaray cuando justificaba las villas de emergencias y la indigencia que se reproducía durante los ‘90 argumentando que “en la Biblia dice que siempre hubo pobres”.
La precariedad ideológica de Carrió la lleva a recurrir a frases místicas y a mensajes de fe que tendrían que quedar para espacios de práctica espiritual y no para candidatos que tienen que resolver problemas concretos. Si llega a ser Presidente, ¿le pedirá a Dios que acabe con la pobreza? ¿Le suplicará al Espíritu Santo que solucione la crisis energética? O ¿Esperará que Jesús le de a los argentinos los hospitales que se merecen? Tal vez en sus transes con el más allá los haya convencido para que integren su gabinete.